Techos de lunas

Negros techos de lunas,
de mentiras mortales,
he dormido sin pena ni gloria.
En ellos, mi décimotercera
desaparecida costilla,
mis Sí y mis No por dinero,
mis Tú y mis Yo verdaderos,
se agarran a un clavo ardiendo
por acabar al menos con rima.

Mas cuando el lagrimal
difumina la espuma y la sal
en lo oscuro del mundo,
cuando por fin se aprende
que no se duerme fácilmente
sobre una almohada,
en ese preciso instante
un hombre que se acepta,
sangra y firma en su costado,
a cualquier precio,
que solo a los que saben
dar aullidos
puedes darles tu alma y tu palabra.

Por eso profesor de pacotilla,
draga de baba ajena,
amigacho de mentira,
si me buscas las cosquillas
no sé qué va ser de mí.

Y aunque podría haberte escrito algún desierto,
como llevas tiempo muerto
hoy descorcharé por ti.
Prefiero demostrar que valgo...

Está añoranza rota que vuela la bahía
es la hija de tu pelo suave y castaño,
esta boca tan mía, tan marinera,
canta por soledades. Me hace polvo la ceguera
cuando no te tengo entera,
cuando estás lejos de mí.
Contigo siempre fui de besos largos.

Hoy maduró la fruta de este árbol que nació de los fracasos
que paran el corazón.
Ahora llevan nombre y apellido
las cositas que te digo
cuando escribo para mí.

Te quiero por el suelo y por los tejados
y por eso me repito
qué lo demás, al fin y al cabo,
será inevitablemente olvido.