Los callejeros; victimas de la misma situación
Los momentos, ese sentido que le damos, coinciden en un extremo; la suerte y la casualidad. Convergimos en una magnitud mística que se le escapa a las medidas de la realidad.
Aún no estamos listo para ello, jamás lo estaremos en un sistema cerrado, hermética la complejidad que se produce desde un origen poco ortodoxo, un vector incompleto; no experimentado, desorientado.
El origen se escapó en el inicio del tiempo, del movimiento; las magnitudes del espacio, el cero que se escapó del relojero.
Esa magnitud de la que hablo, siento, sin duda tiene un tiempo y un espacio; recuerdos de un joven en un proceder acaudalado, en su completo disimétrico; aparente inquietud constante.
Tú anatomía de cueros y huesos transparentes, la panacea holocaustica; el globo afiebrado, tan mala tu suerte, entre mis brazos te aferraste y coincidimos en casi todo; somos terrestres.
Cuando nuestros ojos en el hoy notan nuestra mutación; la nutrición, el aumento de masa en relación con valorar la vida, el valor del amor, no ser tolerantes ante ningún dolor sea tuyo o del otro, la magnitud mística del corazón.
Si pudiera enclaustrar un ecosistema en una habitación también estaría yo, seriamos víctimas de la codicia y la demencia, y de la apertura, una rebelión.