Madre

Madre, eres plácida, como agua
en el cuenco de una hoja
después de la lluvia.
Eres borde de acantilado
que impide mi caída
hacia el abismo.
Eres mariposa que revolotea
entre las flores
difundiendo la fragancia
de nuestro mutuo amor.
Eres el palpitar de un corazón
perdido en la selva
de nuestros sentimientos.
Eres, en fin, la sensación
edípica que me protege
de mi incierto y abrupto devenir.