Flor y colibrí

Flor de colibrí, estuche de pólen encubierto,
prepárate a recibir a la pequeña ave escarlata
que revolotea bajo el sol incandescente.

Diminuto picaflor que agitas tus alas de mosca
paralizándote ante la iridiscente flor rosácea,
succiona el azucarado néctar que te alimenta.

Ambos sois simbiosis de la esclarecida mañana,
amantes de la vida y de la luz,
socios desinteresados
en el caleidoscopio de la naturaleza,
recolectores de una primavera virgen
que se adorna con libreas de gala,
pequeños reyes de lagos y bosques
cubiertos de celeste y verdoso.

Flor y colibrí, ¿qué sería de nosotros si no estuvieseis?,
ya no habría seducción en los claros de la foresta,
ni serían lo mismo las orillas de las marismas,
Pero estáis aquí y el canto de amor entre vosotros
-ave y planta- se siente en nuestro espíritu, que se regocija
tras largas caminatas por el sendero mineral de la selva