¡Una mujer!
Quien gritaba al pasmo era una mujer,
y, como todos, al verlo tirita.
Es que nadie lo podía creer...
¡Ese hombre! ¡Una leyenda tan cerquita!
Y, como todos, al verlo tirita
otra muchacha admirando su andar.
¡Ese hombre! ¡Una leyenda tan cerquita!
Él viene y hasta yo me trabo al hablar.
Otra muchacha admirando su andar
casi cae en su fuerza sin igual.
Él viene y hasta yo me trabo al hablar,
su intelecto es sólo descomunal.
Casi cae en su fuerza sin igual
la cruel princesa dueña del despiste;
su intelecto es sólo descomunal,
pues libro que no se sepa no existe.
La cruel princesa dueña del despiste
se enamoró de la pasión que ofrece,
pues libro que no se sepa no existe.
—¡Quién pensara que alguien así viviese!
Se enamoró de la pasión que ofrece
otro hombre, comenta la lengua mala...
—¡Quién pensara que alguien así viviese!
—¡No es merecedor del aire que inhala!
Otro hombre, comenta la lengua mala,
probó a robar su fama y su proeza.
—¡No es merecedor del aire que inhala!
Dijo ciego y le partió la cabeza.
Probó a robar su fama y su proeza...
—¡No imaginaba lo que iba a pasar!
Dijo ciego y le partió la cabeza
la gente que al herido fue a curar.
¡No imaginaba lo que iba a pasar!
¡Vi el secreto de su delicadeza!
La gente que al herido fue a curar,
no entienden de dónde tanta firmeza.
¡Vi el secreto de su delicadeza!
de su gracia, pero no de su mente;
no entienden de dónde tanta firmeza,
¡una hilandera andaba de teniente!
De su gracia, pero no de su mente;
es que no debería ser así...
¡Una hilandera andaba de teniente!
Soponcio, qué risa, me viene a mí.
Es que no debería ser así...
¡Desgracia! un gran montón se desmayó.
Soponcio, qué risa, me viene a mí,
casi muerto quedé... Ahora era yo.
¡Desgracia! un gran montón se desmayó.
¡Es que nadie lo podía creer!
Casi muerto quedé... Ahora era yo
quien gritaba al pasmo... ¡era una mujer!
Comentarios & Opiniones
Caballero, encuentro melodiosas las estrofas de vuestras letras.
Reciba cordiales saludos.
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