Alergia

poema de Alastor

Tus palabras son notas de alergia olvidadas por los pájaros del sur.
Tus palabras ya no le dicen nada a mis mañanas, ¿quién eres tú?

Heme aquí, desnudo, otra noche menos sustituyendo tus palabras,
Acunando al niño que jamás pudo llorar, educando en clave de soledad.

Tus palabras, no lo niego, aún siguen tumbadas, aún tus furtivos aromas
Embriagan a cuantos marineros desembarcan en este puerto, escondidas en ánforas,

Son leche amamantando cercanas lejanías, sentimientos de ambigua y febril dulzura
Recortes de periódicos, de sudores y tintes, que guardo sin conocimiento, por locura.

¡Alergia punzante! Espíritu bucanero, te siento lejos aunque me apuntes
Te siento, te siento lejos, estoy a pocos pasos, si antes no me aturdes,

Como siempre has hecho, viéndome estornudar, rompiendo mi calma
De elevados acueductos sobre ecos de aceite hirviendo; doloroso karma.

Deja de reír, ¡déjame vivir a mí aquello que me fue otorgado!: deseos;
La luz que agrieta el firmamento me espera a mí, me buscan a mí esos veloces trineos,

Yo soy quien los espera, yo solo, alergia maldita, no quieres nada de mí
Ni yo deseo nada de tu parte, desaparece, visión demoníaca con labios de carmín;

Tú te yergues amenazadora como un titán a ojos de un agricultor atlante
¿No ves que mi saber estar dibujó esta utopía de la que te enamoraste?

Poderosa mente no correspondida, ¿quién soy yo para mentirte?,
Tu vacío sobrehumano bien sabes jamás entenderé, sin que me veas derretirme,

Tú que vives entre la vida y la muerte, entre un mal sueño de violencia infantil
Tumbada sobre la vida esperando abrazada a mí las luces ambiciosas del ferrocarril,

¡Mi vida!, ¡mi vida!, algo que nunca podrás entender aunque sintieses la fresca hierva
La dulce mar, o el intrigante viento que sacude como tú, pero con sentimientos que enervan.

Sigues siendo alergia, ininteligible, desdichada, feroz alimaña incomprendida,
De gran sombra para nosotros los mezquinos y vulgares: ¡tú eres la indigna!

Deja de dañarnos, de vernos lamentar nuestros dolores de espalda contagiosos
Nuestra artrosis vomitiva, nuestra decadencia, ¡incluso ella es nuestra!, aunque te sea odioso.

Aunque te sientas identificada con el placer de desvestir a una mujer como un don Juan
Introvertido, ¡tú no comprendes lo que esconden las luces de nuestras ciudades!

¡Tú no te diviertes con la inocencia de los niños, ni con el humor de los más viejos
No sé si lo sentiste, a pesar de estar dentro de mí, el aroma de aquel vino añejo!

¡El calor de los hornos, la lencería, a tientas, bajo mis fuertes pies de indio,
Una caricia egoísta de una mujer que está durmiendo con su mano en mi destino!

Tú no eres bienvenida, ¡alergia maldita!, ¡sabes que no te puedo responder
Si me preguntas sobre tu querer y sabes que no me puedo esconder

De ti!, intrusa e insulsa, como una manzana en un melocotonero
Una manzana que no se puede pelar, no se cae, no es verdadero.

¿Puedo? Permíteme despedirme de ti, pues creo que lo has comprendido,
Tu poder no sirve de nada si ahora mismo te digo que te he vendido.

Comentarios & Opiniones

Yan

Hermosas metáforas. Me ha gustado mucho tu estilo. Besos con cariño.

Critica: 
Joelfortunato

Especial, interesante, de gratas descripciones y alegorías, unas buenas letras en su bien logrado propósito expresivo. Saludos y amistad le envío.

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